El censo nacional estadounidense de 2010, el último año para el que tenemos datos completos, indicó que el país cuenta con unos 37 millones de personas que hablan español en sus hogares y que los hispanos provienen de todas las comunidades hispanas del mundo. De ellos, el 75% respondió que dominan el inglés «bien» o «muy bien». Dada la importancia de la comunidad hispanohablante en el país, la diversidad de su origen geográfico—y por extensión, dialectal—, y el predominio del bilingüismo, es lógico que un traductor o intérprete se quedaría algo perplejo cuando un cliente le pide un servicio al «español estadounidense». La situación se complica aún más al considerar el término, a veces polémico, «spanglish». Para ayudar a los profesionales del sector lingüístico a responder mejor a las necesidades de sus clientes, es necesario desmitificar el término «spanglish» y explicar qué es el «español estadounidense».
Para empezar, es importante destacar que la presencia del español en territorio estadounidense precede la independencia de la nación por varios siglos. Una gran parte del suroeste del país formó parte de México hasta que fue cedida a Estados Unidos en 1848. Puerto Rico, antigua colonia española, se convirtió en un territorio estadounidense 50 años más tarde. En ambos casos, la población de ambas zonas se encontró repentinamente en otro país donde la lengua dominante ya no era la misma. Fue debido a esta recomposición del mapa y a otros hechos históricos que el inglés y el español han coexistido en contacto constante, ejerciendo influencia el uno sobre el otro durante siglos. No fue hasta los años 60 y la llegada de inmigrantes de todas partes de Latinoamérica que el español empezó a caracterizarse como lengua de inmigrantes.
Hoy día la comunidad hispana en Estados Unidos usa varios registros lingüísticos dependiendo, entre otros factores, del contexto y de la generación de los hablantes. Por un lado, muchos de la tercera generación no suelen dominar el español. Pero en las generaciones anteriores tienden a hablar el spanglish o el español, por lo menos en ciertos contextos. Pero ¿cuál es la diferencia entre el spanglish y el español estadounidense?
En su artículo “Spanish and English in contact in the United States: The Puerto Rican experience”, la profesora emerita de la UC San Diego Ana Celia Zentella describe el spanglish como una manera de comunicar en la que el hablante alterna entre el español y el inglés de manera fluida, y redefine términos con influencia de las dos lenguas. A pesar de que esta alternancia puede parecer caótica a primera vista, varios lingüistas afirman que el spanglish sigue un patrón de reglas, o sea, que tiene una gramática interna. Debido a estos patrones, Shana Poplack, profesora de la Universidad de Ottawa, en su artículo “Syntactic Structure and Social Function of Codeswitching”, confirma que el uso del spanglish indica un buen dominio del inglés y del español por parte del hablante y no un manejo deficiente de uno o del otro. Hablarlo sirve no solo para comunicar ideas sino también como manifestación del biculturalismo del hablante. Desde 2017 hemos visto un auge en la cantidad de películas y series de televisión que usan el spanglish en el guion. Algunos ejemplos son Coco (2017), One Day at a Time (2017-2020), Vida (2018-2020), y Gentefied (2020). Estas producciones se han traducido al español y a veces el léxico ha presentado problemas para los traductores que no están familiarizados con la relación entre el spanglish y la realidad cultural latinoestadounidense a la que se refiere.
Además del spanglish, la presencia del español en el país es significativa, pero ¿podemos decir que hay un español estadounidense? La respuesta simple es que no lo hay. Al igual que en otros países que cuentan con una rica diversidad lingüística, en Estados Unidos no hay un dialecto del español que predomine en todo el país. Tomando en cuenta que en EE. UU. la educación es casi totalmente monolingüe, tampoco existen instituciones con el poder de inculcar un dialecto de prestigio uniforme para todos. Por lo tanto, dicho dialecto depende de la región: adonde haya más caribeños, por ejemplo, los dialectos caribeños ocuparán un lugar dominante, y lo mismo sucederá con otros grupos. En áreas con comunidades diversas de hispanos, una variante puede influir más o menos sobre otra. Un rasgo universal del español en Estados Unidos es la influencia del inglés en el vocabulario, aunque en menor grado que en el caso del spanglish. En diáspora la gente adquiere vocabulario para expresar nuevas ideas en la lengua dominante y no necesariamente en la lengua de su país de origen. Luego, al hablar de estas ideas, los hablantes suelen usar ese nuevo término con su comunidad local. Aunque muchos critican los préstamos del inglés en el español estadounidense, un enfoque demasiado purista puede impedir la comprensión de la traducción.
¿Qué significa entonces traducir o interpretar al español estadounidense? Lo más probable es que un cliente que pide un trabajo así no está al tanto de la diversidad del español presente en el país. Al traductor astuto le convendría pedir más información para determinar qué español respondería mejor a las necesidades del cliente: ¿se trata de un folleto médico para cubanos en Miami, de una guía de bienes raíces para diplomáticos en Washington, o de un discurso político destinado a hispanos en todo el país? Para que un traductor o intérprete tenga éxito, es esencial poder asemejarse al registro y al vocabulario de los destinatarios—incluyendo la alternancia de códigos, la presencia del inglés y el uso de construcciones poco comunes en países oficialmente hispanohablantes.
Remy Attig, PhD, es profesor adjunto (assistant professor) de traductología y español en la Bowling Green State University. Se crio hablando inglés y español en Estados Unidos, en República Dominicana y en Argentina antes de vivir más de una década en comunidades francófonas en Canadá. Su experiencia multilingüe inspira su investigación, que se centra en la manera en que las identidades de las personas bilingües y multilingües se expresan en los medios de comunicación y en cómo el público monolingüe las (mal)interpretan. Su trabajo examina la producción literaria y audiovisual en spanglish, judeoespañol y portuñol, y la de las comunidades «cuir» (queer) anglófonas e hispanas. En particular, analiza la traducción de estas identidades interseccionales para las sociedades dominantes en las que los hablantes y escritores residen.