El arte de diseñar el futuro
Por Nuria Gómez Belart
Cuando las personas planean su futuro profesional, toman decisiones sobre qué cursos tomar, qué trabajos aceptar, en qué empresas trabajar, si lanzarse como profesional independiente, si tomar clases particulares o si inscribirse en una carrera o en un curso cuya certificación garantice la excelencia o el dominio de tal o cual destreza. En el campo de la lingüística aplicada, los ámbitos de formación tienen una corta edad, pues la profesionalización de los traductores, los redactores, los editores y los correctores es bastante reciente. Esto no quiere decir que no hubiera profesionales de estas especialidades antes, sino que no existían los espacios para acceder a una carrera profesional y tener un título que fuera reconocido por las diferentes comunidades académicas.
En el campo de la correctología, por ejemplo, son muy pocos los espacios en los que se puede estudiar la disciplina en español y muchas personas buscan formarse en la Argentina, donde surgieron las primeras carreras para los correctores de textos, no solo por las ventajas económicas, sino porque garantizan un nivel de especialización en la materia que no se encuentra en otros países.
La encrucijada del profesional novel
Uno de los mayores problemas que presentan las carreras de base lingüística es el de la incompletitud del título. Cuando una persona termina sus estudios de grado, aun teniendo el diploma en la mano, necesita seguir estudiando si quiere presentar un perfil competitivo en el mercado. Esto sucede porque, en la mayoría de los casos, el objetivo de las carreras de grado es brindar las bases para que el profesional pueda elegir su rumbo de especialidad y para que pueda adaptarse a las necesidades de su entorno con facilidad.
Ahora bien, si un profesional novel quiere trabajar en determinado ámbito, necesariamente, tiene que estudiar la materia en la cual va a trabajar, y esto supone una continuidad en la formación profesional que, en muchos casos, requiere de certificaciones y de avales institucionales o académicos. Entonces, el profesional novel tiene que tomar decisiones teniendo en cuenta cuatro aspectos: la urgencia (1) para trabajar en el ámbito de especialidad a la que aspira, la duración (2) y el grado de exhaustividad (3) con el que se imparten los contenidos de la carrera o del curso en el que se va a inscribir, y, en consecuencia, la validez del título (4) que va a obtener al finalizar la cursada.
Tradicionalmente, cuando una persona obtiene su título de grado, cursa una maestría y culmina sus estudios con un doctorado, al que le puede seguir un posdoctorado. Si bien la extensión de cada carrera varía según la región, cumplir con un plan de carrera puede llevar entre diez y quince años, y el perfil profesional alcanzado tendrá una impronta orientada a la investigación y a la formación de otros profesionales, pero no contará con el saber hacer característico de quien trabaja cotidianamente en la materia.
Para el caso de la lingüística aplicada, a los problemas descriptos se le agrega el factor de la oportunidad. Es muy común que las especialidades laborales se nos presenten de forma accidental o casual, como una suerte de serendipia que se manifiesta con el lema de «ahora o nunca». Entonces, los profesionales se encuentran ante la disyuntiva de tener que rechazar un trabajo que les interesa o de tener que formarse por años para algo en lo que, una vez obtenido el título, quizá ya no encuentren oferta.
En consecuencia, se crearon cursos más breves, que se focalizan en un solo aspecto de la práctica laboral y que brindan microcredenciales que garantizan la adquisición de una competencia o el desarrollo de una destreza concreta. Esas microcredenciales no tienen validez para ciertos ámbitos académicos, pero la excelencia de quienes las dictan y de los perfiles profesionales de quienes egresan está generando un cambio de criterio en varias instituciones universitarias y de posgrado.
La necesidad tiene cara de diplomatura — Testimonio de la autora
A fines de 2019, la Universidad del Salvador me solicitó que diseñara una diplomatura para correctores de textos académicos, y, durante el proceso de creación de esa diplomatura, se hizo necesario crear otra, focalizada en las competencias gramaticales. Es decir, una diplomatura tenía un perfil orientado al desarrollo de las destrezas profesionales con las que se puede intervenir un texto académico, y la otra tenía un perfil más orientado a la reflexión gramatical de esas intervenciones.
Ambas diplomaturas respondían a las necesidades del mercado: en los ámbitos académicos, había gente que necesitaba aprender sobre normativa y sobre corrección; en los ámbitos editoriales, había gente que necesitaba aprender sobre las particularidades de los textos académicos y de las normas con que se publican; y quienes conocían ambos aspectos necesitaban un espacio donde reflexionar en una segunda instancia sobre la gramática del español y los criterios con los que se define la forma de intervenir un texto.
Además de los perfiles profesionales descriptos, en la diplomatura en Gramática, nos encontramos con muchísimos profesores de lengua y de literatura, que necesitaban actualizar sus conocimientos en relación con las prácticas del lenguaje, y de traductores que necesitaban potenciar sus conocimientos. Esto se explica porque, en muchos traductorados de la Argentina, no se suele hacer foco en el estudio de la lengua española.
Al año siguiente, tras la sanción de las leyes sobre el acceso a la información, el derecho a entender y las políticas de implementación del lenguaje claro en la administración pública, muchos correctores, traductores públicos y abogados se vieron en la obligación ética de estudiar qué implicaba escribir un texto en lenguaje claro y accesible. Entonces, con una de mis colegas diseñamos una diplomatura que satisfacía dos necesidades: una formación general para comprender cómo funciona la maquinaria del Estado, para los correctores que no conocen sobre el tema, y una formación sobre retórica, normativa y análisis del discurso para los abogados que quieren implementar el lenguaje claro en su práctica cotidiana.
Un ligero cambio de perspectiva
Como las diplomaturas no tienen validez oficial, al menos en la Argentina, me surgía la pregunta de cómo hacer que la formación tuviera cierto reconocimiento. Sin embargo, cuando me había resignado porque lograr ese tipo de transformación conlleva un cambio profundo en el sistema, descubrí que, en ciertos ámbitos universitarios, validaban la calidad de la formación, sobre todo, por los perfiles de los docentes que dictaban las materias y por el resultado: los egresados tenían el conocimiento que se necesitaba.
Lo mismo ocurre con las empresas, las instituciones y los organismos del Estado, pues ya no se tiende a sobrevalorar los títulos oficiales, sino que se prefieren perfiles que estén en constante actualización y que dominen las destrezas específicas para determinados puestos de trabajo. Más aún, hay casos en los que se prefieren perfiles en los que no haya un título que funcione a modo de tótem académico, sino que se valora mucho más a quien se capacita constantemente, que, con las microcredenciales, tiene una preparación actualizada y específica. Los títulos son importantes, pero, en los ámbitos laborales hoy en día, la experticia y la curiosidad propias de quien está en constante formación son las virtudes más valoradas en un perfil profesional.
Nuria Gómez Belart es Doctora en Letras y Correctora Literaria, egresada de la Universidad del Salvador, donde trabaja como Profesora Titular en la Facultad de Filosofía, Historia, Letras y Estudios Orientales. Coordina la Diplomatura Universitaria Superior en Corrección de Textos Académicos, la Diplomatura Universitaria Superior en Gramática de la Lengua Española y la Diplomatura Universitaria en Lenguaje Claro. Es la coordinadora del ciclo de conferencias virtuales sobre Gramática y Corrección, que se lleva a cabo en la Universidad del Salvador, e integra el comité que organiza las jornadas de actualización profesional de Gramática, de Corrección de Textos y de Lenguaje Claro. Asimismo, desarrolla actividades de investigación en la misma universidad y dirige tesis de grado y de doctorado. Actualmente, trabaja como asesora lingüística en el Programa de Lenguaje Claro, en la Secretaría Legal y Técnica del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con la dirección de la Dra. Alicia María Zorrilla, es autora de la primera tesis de doctorado sobre Corrección de Textos, y su investigación será publicada en España próximamente.