La prosa del escritor tiene la capacidad de persuadir o disuadir, incitar a la acción, estimular al lector e influir en su ánimo. Por su parte, el traductor, si las circunstancias lo permiten, puede recurrir a dos poderosas armas —los vocablos y la estructura sintáctica— para cruzar las fronteras de la narrativa original y cederle la palabra a la naturaleza misma.
Muchos jurarían que fue Mahatma Gandhi quien dijo, antes que Meryl Streep (o su personaje de Margaret Thatcher) en la película La dama de hierro de 2011: “Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”. La frase también se le atribuye a Ralph Waldo Emerson antes que a Gandhi, al filósofo Lao-Tse previo a Emerson, y al propio Buda incluso antes. Lo cierto es que, como la conocemos hoy, esta tiene un origen más pedestre, citada del magnate fundador de los supermercados sureños Bi-Lo, Frank Outlaw, en el diario estadounidense San Antonio Light en 19771. A pesar de lo humilde de la fuente, que no le quita valor, de un modo u otro, la idea nos acompaña desde hace mucho tiempo, y su expresión ha ido variando a lo largo de los años, tal como lo han hecho la lengua que hablamos y la que traducimos.
Este artículo no busca hacer arqueología del lenguaje, sino reafirmar que las palabras de los traductores crean acciones que se llevan a los hechos y conforman hábitos, creencias y hasta religiones: después de todo, no hay libro sagrado que no sea el producto de la traducción. Sabernos artífices de la realidad a través de la traducción puede contribuir a salvar el planeta.
Si el pensamiento occidental, que se apoya sobre los cimientos de la traducción, ha tenido tantas consecuencias nocivas para la naturaleza, poseer una conciencia proambientalista al traducir, donde atendamos a las ideas ecologistas, debería producir un impacto positivo sobre las conductas de otros hacia el entorno. Para que les sea posible a los traductores concretar cambios sistémicos de este tipo, este artículo recoge la estrategia de traducción denominada “ecotraducción”, desarrollada por Badenes & Coisson en 20102, que implica que los traductores realicen su labor con conciencia ecológica a través de tres enfoques diferentes: relectura y retraducción de textos ya traducidos (donde la naturaleza, con voz propia en el texto de partida, fue silenciada en la traducción), traducción de obras que presentan una cosmovisión ecológica y que aún no han sido traducidas, y traducción vía manipulación de obras que no proponen una visión ecológica con el fin de crear un texto nuevo que sí posea estos valores. El enfoque de manipulación textual ha sido siempre objeto de debates que ponen en cuestión las ideas de “fidelidad” (una especie de servilismo al texto de partida) y “texto original” (que implica el carácter derivativo e inferior de la traducción). Pensadores como el profesor Theo Hermans del University College London nos recuerdan que toda traducción es una manipulación, e Itamar Even-Zohar, traductólogo y profesor de la Universidad de Tel Aviv, sugiere valorar la traducción no por su relación con el texto de origen sino por su éxito en la lengua de llegada. Si bien este artículo coincide con dicho cambio de paradigma, es importante reconocer que esta perspectiva, tomada de las traductoras feministas canadienses de los años 1990, como Luise von Flotow o Barbara Godard, no resulta aplicable en cualquier circunstancia, sino cuando, por ejemplo, se puedan incluir prefacios u otros paratextos que indiquen que el traductor ha intervenido el texto, o cuando tal estrategia se pueda negociar con el cliente o el autor y no ponga en riesgo la evaluación de la labor del traductor.
En ocasiones, ciertos cambios pueden contribuir a que los lectores de nuestras traducciones comprendan que el medioambiente (no nuestro medioambiente) no existe para beneficio propio ni es infinito ni interminable. Dichos cambios pueden aplicarse a cualquier tipo de texto, desde una novela hasta instrucciones para lavarse las manos (si le agregamos al texto alguna directriz lógica —pero inexistente en el texto de origen— para ahorrar agua, como “cierre el grifo mientras se enjabona las manos”), y pueden ser sutiles o implicar una intervención más osada. Por ejemplo, en un fragmento de un trabajo de investigación sobre el impacto de un incendio forestal en el suelo3, la traducción del español al inglés traslada una personificación presente en el texto de partida y añade otra nueva, mediante el reemplazo de una preposición por un verbo: “condiciones para el establecimiento de especies pioneras que formaron un microclima para la regeneración natural de la vegetación original” fue traducido como “conditions for incoming pioneer plant species which formed a microclimate allowing natural regeneration of the original vegetation”. Vemos que “allowing” en lugar de “for the” o “which allowed for” brinda entidad a “especies pioneras”, algo ausente en el texto de partida. Si se deseara emplear una estrategia de ecotraducción más notable, en lugar de emplear “allowing” se podría retraducir este texto con el verbo “empower”, con el correspondiente cambio de sintaxis que requeriría su uso: “empowering the original vegetation to regenerate naturally”. Si incluso optáramos por manipular el texto de partida, es decir, el tercer enfoque, conociendo las causas del incendio y en diálogo con el cliente, podríamos añadir contenido nuevo para dar contexto al desastre ecológico: “allowing natural regeneration of the original vegetation, which was destroyed by this human-caused fire”. Todas estas son vías posibles que agregan distintas capas de concienciación ecológica.
En el pasado, diversas prácticas traductológicas, por error u omisión, malinterpretaron la voz de la naturaleza. Los traductores que alguna vez fuimos invisibles podemos transformarnos en sujetos políticos en un mundo que espera que declaremos nuestras intenciones y asumamos nuestra responsabilidad y posición política con respecto a nuestra labor. Hasta los cambios más pequeños pueden afectar la cosmovisión de quienes leen nuestras traducciones y sugerir que modifiquen sus hábitos de modo ecológico.
Mucho se escribe sobre el medioambiente, y tal vez haya quienes esperan una respuesta natural del entorno del que formamos parte antes de entrar en acción, pero somos los traductores quienes conformamos los textos que se leen más allá de las lenguas de origen, quienes podemos revisar —con nuestras palabras— la visión que el ser humano tiene de la naturaleza. Cuando comprendemos a ciencia cierta nuestra posición, podemos tomar partido para representar mejor a nuestro medio.
Los significados se construyen, pero también se reconstruyen, y del mismo modo en que reforestamos áreas desoladas, podemos —a través de la traducción— (re)construir el pensamiento ecológico. Sabemos que las visiones de la naturaleza son infinitas, pero también estamos convencidos de que la ecotraducción puede enmendar muchos de los males que siglos de historia le han hecho al pensamiento occidental.
Si revisamos nuestros propios pensamientos sobre el ambiente, cuidaremos nuestras palabras, que conformarán traducciones atentas al entorno, para que quienes nos lean comiencen a realizar actos que creen hábitos y así puedan moldear un destino mejor para el medioambiente. Recuperar la voz de la naturaleza es el camino menos transitado hacia un nuevo ecosistema textual que debemos comenzar a recorrer juntos.
Guillermo Badenes y Josefina Coisson son traductores públicos (traducteurs agréés) y magísteres egresados de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Dictan Traducción Literaria en carreras de grado y Traducción de Textos de Artes y Humanidades en programas de posgrado en la misma universidad. Dirigen el grupo de investigación “La traducción de sexualidades en tensión en textos literarios feministas y LGBT+” con subsidio de la Secretaría de Ciencia y Técnica. En 2010, acuñaron el término “ecotraducción” en el libro Ecocrítica, “crítica verde” (UNC, 2010) y en 2015, el término ecotranslation. En 2022, publicarán un nuevo volumen de ensayos sobre traducción con la editorial Eduvim.
1) 1977 May 18, San Antonio Light, What They’re Saying, Quote Page 7-B (NArch Page 28), Column 4, San Antonio, Texas. (NewspaperArchive)
2) Badenes G. & Coisson J. (2010). Ecotraducción. En M. Carballo y M. E. Aguirre (Eds.), Ecocrítica, “crítica verde”. La naturaleza y el medioambiente en el discurso cultural anglófono (pp. 173-210). Córdoba, Argentina, Facultad de Lenguas.
3) “Cambios en el suelo y vegetación de un bosque de pino afectado por incendio” de Juan Capulín Grande, Leopoldo Mohedano Caballero y Ramón Razo Zarate (2010). Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57792010000100009